· Secuestros virtuales. Se realizan telefónicamente, desde la penitenciaria, dado que los internos cuentan con el tiempo y el material necesario para realizar inteligencia con bases de datos, guías telefónicas y una vista privilegiada que mira, desde los edificios en altura de la cárcel, al barrio de casas bajas pudiendo controlar ingresos y egresos de vecinos y elegir a sus víctimas con una gran facilidad.
· Contaminación auditiva. Se da por parte de los internos, estos colocan sus equipos de audio orientados hacia la calle y reproducen música a todo volumen sin importarles la hora del día. Conversan con sus familiares y amigos que los visitan desde las veredas ya que la distancia es mínima entre la calle y los pabellones. Los insultos irreproducibles se dan a cualquier hora del día avergonzando e irritando a los vecinos (sin importar su edad o sexo) que circulan por las calles aledañas a la penitenciaría.
· Contaminación visual. Sabanas, toallas, frazadas y personas son las que se pueden ver desde las veredas aledañas que cuelgan de las ventanas de los pabellones de la penitenciaria dando una imagen decadente a la institución penitenciaria por el hacinamiento que se percibe desde el exterior.
· Contaminación ambiental. Las visitas, tanto las que entran a la unidad como las que no, merodean por el barrio, dejan una gran cantidad de basura (pañales, envases, restos de comidas, excremento humano) en calles y veredas que perdura por días, generando la invasión constante de roedores y olores hediondos.
Deterioro edilicio: La zona presenta un gran decaimiento desde hace muchísimos años. La inversión privada se ve paralizada debido al deterioro que se observa en derredor de la unidad haciendo epicentro en ella debido a la falta de mantenimiento externo, que a simple se puede observar, por parte del Servicio Penitenciario.